EL PEREGRINO ATLANTE

Un blog de HISTÓRICA Sociedad Cultural de Viajes y Expediciones

El Arca de la Alianza y el lago Tana

Pues, andando por tierras etíopes me hallo finalmente (y de nuevo), con el mismo objetivo y pretensión que las últimas veces, que es mostrar a quienes me acompañan todo lo que esta tierra aporta al conocimiento sobre el Arca de la Alianza. Como es sabido, la historia de la reliquia se remonta a los tiempos bíblicos de Moisés. Después de que el profeta judío liberara al pueblo hebreo de su (supuesto según los textos) cautiverio en Egipto, y mientras peregrinaban por el desierto, camino de la Tierra Prometida, el profeta subió a lo alto del monte Sinaí. Allí se le manifestó Dios que, de su propia mano y caligrafía, escribió los Diez Mandamientos sobre unas tablas de piedra que posteriormente le entregó.  Y allí mismo, le ordenó que construyera un Arca en la que debía guardarlas para siempre.  El Arca se convirtió en objeto de veneración como símbolo y señal (recordad estos apelativos) de la presencia de Dios e instrumento de su voluntad y poder sobre la tierra, capaz de allanar montañas, provocar fuegos letales y derrotar a los enemigos.  Los judíos la llevaron con ellos y la utilizaron en múltiples batallas. Finalmente, al cabo de los años, la instalaron en el Templo de Salomón. Y a partir de ahí… todo es misterio, puesto que el Arca no vuelve a mencionarse nunca más en las escrituras, dando origen a uno de los grandes misterios de la historia bíblica. El Arca no fue destruida, ni desapareció: simplemente, dejó de existir.

Pero la pista más apreciada hoy en día es la defendida por un periodista británico, llamado Graham Hancock, que ya forma parte del elenco de investigadores esotéricos (por la falta de criterio científico que demuestran). Su teoría la plasmó en una obra titulada Símbolo y Señal, ahí está. En ella, Hancock narra como, trabajando en Etiopía durante la guerra con Eritrea, oyó hablar por primera vez de la conexión de esta tierra con el Arca. A partir de ahí desarrolló un interesante viaje, conociendo a varias personas, y obteniendo algunas conclusiones:  que el Arca salió de Palestina, recaló un tiempo en la isla de Elefantina (Egipto) y después de que los judíos de Elefantina huyesen al Sudán y a las tierras altas de Etiopía, llegó finalmente hasta aquí, siguiendo el cauce del Nilo Azul o del río Takeze, recalando en el lago Tana. Concretamente, habría sido depositada en una especie de tabernáculo en la isla lacustre de Tana Kirkos, donde permaneció ochocientos años hasta que el rey Ezana de Etiopía la llevó hasta otro emplazamiento del que hablaremos más adelante.

Y aquí estamos ahora, en la orilla del lago Tana, en la ciudad de Bahir Dar. Acabo de regresar de visitar a los sacerdotes de Tana Kirkos, que, como siempre, me han recibido con una inmensa hospitalidad. Abba Yordanos, responsable del pequeño «museo» que alberga coronas de antiguos reyes etíopes, cruces y ropajes del evangelizador de estas tierras, Frumencio, o libros originales del autor de la música litúrgica etíope, San Yared, me recibe como corresponde ya casi a un amigo en Etiopía, estrechando la mano y colocando juntos nuestros hombros y cuellos. Recuerda nuestras pasadas conversaciones de visitas anteriores. Juntos, con otros monjes, recorremos la isla, sorteando, entre otras cosas, alguna serpiente de metro y medio y color verde chillón de la que no quiero ni saber su nombre; la pobre murió a bastonazos de estos hombres que ni se inmutaron, a pesar de su «descalzadez». Y llegamos finalmente hasta los restos de lo que Hancock identifica con un altar de sacrificios y holocaustos judío, que vendría a ser evidencia de la existencia, si no del Arca, al menos sí de una comunidad aislada de esta fe en la isla.

Son dos horas de navegación para llegar hasta la isla y otras dos para volver, además en medio de una fuerte tormenta que hacía volar nuestra pequeña embarcación sobre las olas que el viento formaba en este autentico mar de agua dulce. Pero siempre es una agradable experiencia venir a este lugar, donde puede que un retazo de la historia de la humanidad haya quedado petrificada para siempre, sin que apenas nadie se percate de ello.

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Esta entrada fue publicada el 8 de agosto de 2012 por en El Arca de la Alianza.